jueves, 1 de diciembre de 2011

En mente, alma y cuerpo...

- Señorita Harper.

- Señor Knightley-. Annie respondió al saludo con una inclinación de la cabeza y sintió que el esfuerzo que empeñaba en mantener su compostura le causaba un dolor lacerante en el pecho-. Es un jardín bastante hermoso, si me permite decirlo, un jardín que me recuerda a…

- He escuchado que va a casarse-. La interrumpió secamente. Annie levantó la mirada paralizada por el miedo que le producía el simple hecho de hallar esos ojos que la observaban con absoluta frialdad. Para su sorpresa, descubrió que aquellos ojos profundamente azules la contemplaban con algo parecido a la tristeza.

- Así es-. Se limitó a responder casi en un susurro-. El Señor Brighton es un hombre muy… agradable.

William guardó silencio unos segundos, desviando la mirada hacia el estanque que hacía las veces de espejo, reflejando una luna perfectamente redonda que alumbraba con luz cándida las flores rosadas que los rodeaban.

- ¿Le ama?

- ¿Perdone?

- He preguntado que si le ama.

Annie clavó los ojos en el suelo ocultando el rubor en sus mejillas y se mordió el labio inferior con tanta fuerza que temió hacerse daño. Tenerlo allí, tener a William tan cerca y al mismo tiempo tan abismalmente lejos le causaba un ardor en el pecho imposible de ignorar, tan intenso que podía sentir cómo el corazón le palpitaba cada vez más rápido.

- Yo…- las palabras se amontonaban en sus labios negándose a salir.

William posó sus ojos azules en ella, abatiéndola con todo el poder de su intensa mirada.

- Disculpe…- Fue lo único que logró gesticular y, acto seguido, dio media vuelta y echó a andar rumbo a la mansión.

- Annie-. William se aproximó tan rápido como pudo y, tomándola de la mano, la acorraló contra una de las columnas que los rodeaban, una donde la luz de la luna iluminaba directamente sus ojos azul humo y, por una fracción de segundo Annie vio al mismo Will que alguna vez había conocido en su niñez.

- No puedo vivir esta farsa el resto de mi vida, necesito decirte lo mucho que te amo, lo mucho que te he amado durante toda mi vida.

Sus miradas se sostuvieron durante unos segundos que se hicieron eternos y Annie rompió aquella conexión hipnótica agachando la vista hacia el suelo.

- Te fuiste…- murmuró conteniendo las lágrimas.

- Lo hice- corroboró William buscando su mirada con desesperación-, y de ello me arrepiento cada día de mi existencia. Admito que mi comportamiento está lejos de ser justificado y que no he hecho más que empeorarlo con mi actitud reprochable y egoísta. Confieso que pensé que si ignoraba el hecho de haberte conocido, sería capaz de olvidarte y obedecer los deseos de mi padre. Pero lo cierto es que cada vez que respiro, mis pulmones se hinchan con tu recuerdo y nada de eso ha cambiado en los diez años que llevo viviendo esta mentira tan absurda. Comprendo si me odias por lo que he sido en estos últimos meses y nunca más volveré a importunarte a ti o a tu familia con mi presencia si esos son tus deseos. Pero no puedo concebir decirte adiós sin confesarte mis sentimientos y asegurarte que ni mi apellido ni la fortuna de mi familia son un obstáculo para hallar la felicidad que está justo frente a mis ojos. Estoy más que dispuesto a dejarlo todo atrás si tú, Marianne Harper, aceptas ser mi esposa.

Annie se percató de que llevaba varios minutos conteniendo el aliento en cuanto abrió la boca para respirar.

- No… no sé qué decir…-. Dubitó desviando la vista hacia cualquier lugar para evitar aquel rostro que le causaba un sentimiento tan fuerte entre las costillas.

Y entonces, sin previo aviso, Will atrapó sus labios en un movimiento tan suave y gentil que Annie no tuvo tiempo de reaccionar y, cuando lo hizo, sintió que todo su mundo se reducía a ese instante mágico en el que todos sus deseos se fundían en un dulce beso a la luz plateada de la luna.

1 comentario:

  1. ¡Hace mucho que no te vemos por aquí!
    (se te echaba de menos
    has dejado esto verdaderamente bonito)

    abrazos
    de oso polar.

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