lunes, 18 de abril de 2011

Largas conversaciones con el silencio

Vida y Muerte cerraron el trato luego de largas horas de debate. Tristeza y Alegría les llevaban ventaja en ciertos asuntos de importancia que no debían pasarse por alto. El alma de los mortales era un arma de doble filo, una herramienta corrompible y, sin embargo, un artefacto de vital importancia. Desde que Tiempo podía recordar, Vida y Muerte se disputaban el poder de las almas, pero Tristeza y Alegría les tendían trampas a ambos, seduciendo a los mortales con sus palabras silenciosas para hacerles dudar.
El trato era el siguiente: si los mortales eran felices, permanecerían bajo el dominio de Vida. Pero si, por el contrario, eran desdichados, entonces Muerte reclamaría su posesión. El acuerdo parecía razonable para ambos que estrecharon sus manos con una sonrisa complacida.
Pero entonces vino de la nada un forastero llamado Sueño, que obsequió a las pobres almas mortales un arma que nadie más conocía. Cuando se sintieran perdidos en el nublado camino, bastaría con cerrar los ojos y entregarse a un letargo pasivo que les permitiría olvidar. Si temían ser infelices, Sueño los cobijaría en su inconciencia para que sus corazones sanaran en silencio. Cuando se sintieran cansados de andar y sus pensamientos fueran apenas una nube difusa, durmiendo lograrían despejarla.
Y fue así como Vida y Muerte se vieron amenazados por aquello que los hombres llamaron estabilidad. Ni felicidad ni desdicha, ni llanto ni risas... simplemente un mar calmado que los mecía suavemente en un suave sopor llamado Sueño.

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