viernes, 16 de diciembre de 2011

Cuando nadie nos ve...

Sus miradas se encuentran. Los separa apenas un estrecho pasillo en aquel tren repleto de pasajeros, pero para ambos pareciera ser un abismo sin fondo, imposible de cruzar. Tan solo una mirada, para ella se convierte en un globo de helio que se eleva por las nubes, arrastrándola sin esfuerzo hasta rozar las estrellas. Para él, un paraguas que lo cubre de la tormenta, que le brinda cobijo y seguridad.

Una sonrisa. Para ella se convierte en un instante sobre la arena del mar, bajo las cálidas caricias de una puesta de sol. Para él, una noche estrellada sobre la hierba de un bosque encantado.

Un ligero roce con los dedos. Para ella se convierte en una oleada de mariposas de mil colores que se mecen con el viento, sobre su cabeza y bajo sus pies. Para él, un puente hecho de ilusiones que atraviesa aquel abismo oscuro que los separa.

Se levanta decidido a cruzarlo, apretando ambas manos escondidas entre los bolsillos, empujado por la esperanza de embarcarse en un sueño teñido de los colores que hace tiempo no ve.

Pero el tren se detiene para ese entonces. Sus puertas se abren y, en menos de un segundo, ella desaparece entre la multitud.

Sin saber sus nombres, sin conocer el sonido de sus voces, ambos se despiden en silencio y la ilusión se esfuma como una pompa de jabón estallada por la aguja de la realidad

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