martes, 14 de diciembre de 2010

Los mortales no entienden de espíritus...

Para entonces, April ya sabía con certeza que iba a morir. Dylan la observaba con una mirada perdida, vacía, un par de irises marrones que contenían tras ellos las lágrimas que se negaban a derramar.

- No tengo miedo-. Musitó April esbozando una débil sonrisa. Su voz le pareció ajena, la de alguien que ha recorrido un camino tormentoso sin una gota de agua para beber y se ha detenido vencida por el cansancio y la soledad. Pero allí estaba Dylan, erguido en el suelo junto a ella, apretando sus dedos con fuerza como si de esa manera pudiese conservarla a su lado. Ya era demasiado tarde para pensar en eso.

- Yo sí lo tengo-. Respondió el muchacho apartando la mirada por un instante-. Tengo miedo de caminar sólo, tengo miedo de no escuchar tu voz, tengo miedo de que el cielo sea demasiado grande para encontrarte de nuevo…

- Siempre has sido un cobarde.

- Lo soy-. Aceptó él inclinando la cabeza.

April sabía que Dylan jamás caminaría sólo, que su voz seguiría justo allí y que no existía un cielo para extraviarse. ¿Pero cómo decírselo? ¿Cómo decirle que la muerte sería gentil con su alma, que le permitiría volar como una mariposa incluso cuando su cuerpo se hubiera convertido en cenizas? Los mortales no entendían sobre espíritus, no creían en lo que sus ojos no podían ver.

Por un momento April sintió que una mano la halaba hacia fuera, como si tomara su alma con los dedos y la desprendiera suavemente de su cuerpo adolorido. Dylan se percató del cambio en su rostro y se inclinó sobre ella para abrazarla con fuerza y retenerla junto a él aunque fuese un segundo más. Hundió el rostro en su cabello empapado y April sintió que cada parte de su ser se aliviaba ante el contacto cálido del muchacho, pero su alma continuaba desprendiéndose lentamente, expandiéndose hacia fuera como las alas de un fénix que se aleja de las cenizas. Sintió frío y calor, tristeza y alegría, dolor y alivio, sintió cómo la lluvia la atravesaba sin herirla, todo lo que era ahora se reducía a energía en su manera más pura, capaz de expandirse hasta el infinito y convertirse en un punto milimétrico apenas perceptible. Sintió que podía cantar a través de la lluvia y andar a través del viento.

Observó su propio rostro y el de Dylan, cuyas mejillas empapadas en lágrimas ardían de calor. Quiso consolarle, susurrarle al oído y cubrirlo con sus brazos, quiso poder tomarlo de la mano y llevarlo consigo al mundo que se abría frente a ella, pero las palabras que salían de su boca lo atravesaban sin siquiera tocarlo. Con cuidado, se inclinó sobre su hombro y susurró un te quiero a su oído. Un te quiero que se convirtió en una mariposa roja, como el color de sus labios, y revoloteó entre la lluvia hasta posarse sobre la nariz de su rostro inerte.

1 comentario:

  1. Es hermoso, me ha encantado y me ha conmovido tanto que me salieron unas lágrimas :') Esta parte me ha fascinado : "... expandiéndose hacia fuera como las alas de un fénix que se aleja de las cenizas."

    El único detalle es que "sólo" se utilizaba para expresar "únicamente", y "solo2 sí se refiere a la soledad. Y digo se "utilizaba", porque entre las modificaciones que hizo la RAE está que ya "solo" no lleva tilde :)

    Besos de neón, Le Strange.

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